Los fuegos artificiales fueron una de las armas elegidas durante los disturbios que estallaron en Francia después de que un agente de policía matara a tiros a un joven de 17 años durante un control de tráfico el 27 de junio en París, reavivando frustraciones reprimidas durante mucho tiempo y acusaciones de racismo sistémico entre las fuerzas de seguridad francesas.
«Con el fin de prevenir el riesgo de graves alteraciones del orden público durante las fiestas del 14 de julio, se prohíbe la venta, tenencia, transporte y utilización de artículos pirotécnicos y fuegos artificiales hasta el 15 de julio inclusive», señala un decreto gubernamental publicado en el Diario Oficial el domingo.
La prohibición no afecta a los profesionales ni a los municipios que organicen fuegos artificiales tradicionales para las celebraciones del Día de la Bastilla.
Preocupada por un posible recrudecimiento de los disturbios, la primera ministra, Elisabeth Borne, declaró el sábado al diario Le Parisien que el Gobierno desplegaría «medios masivos para proteger a los franceses» durante la fiesta nacional.
La muerte a manos de la policía de Nahel M., de raíces argelinas, desencadenó la peor violencia urbana en Francia desde 2005.
Más de 3.700 personas fueron detenidas por la policía en relación con las protestas desde la muerte de Nahel, entre ellas al menos 1.160 menores, según cifras oficiales.
